León y Lobo

- Érase una vez un niño llamado Lobo.
- ¿Cómo yo?
- ¡Sí, como tú!
- ¿Y era yo?
 - ¡Claro que eras tú!
- ¡Hala! ¿Y qué hacía?
- Ahora mismo te lo cuento… Resulta que un día un niño se acercó a él. Se llamaba León, y era el mejor en fútbol y en las canicas, que era lo que más le gustaba a Lobo.
- ¡Sí, me encantan!
- Ya, pero había un problema.
- ¿Cuál?
- Que León era muy, muy malo y sabía que podría ganar a Lobo a las canicas, porque era el mejor, así que le retó para intentar humillarle.
 - Hala, ¡qué malo!
- ¿A que sí…? Entonces se sentaron en el suelo, y con toda su habilidad, León ganó a Lobo, y León le humilló, entonces Lobo lloró. Y todo el que estaba alrededor le miró y se rio, pues Lobo, no era más que un perdedor. Y así pasó una y otra vez: cada vez que León retaba a Lobo, Lobo perdía. Y cada vez más gente se reía de él, y cada vez parecía más perdedor. Y todo por no ser el mejor.
- ¡Jo! ¡No vale que se rían de mí!
- ¡Es injusto! Así que Lobo decidió practicar cuando podía, y cada día que pasaba, León le ganaba, y no conseguía nada. Entonces Lobo, por primera vez, retó a León un día. Ambos cogieron sus canicas y empezaron a jugar. Y León empezaba ganando y Lobo, perdiendo. Pero a medida que avanzaba el juego, Lobo cada vez estaba más cerca de León.
- ¡Qué guay! ¡Ya me queda poco!
- Te quedaba poco, pero no llegaste.
- ¿No? ¿Por qué?
- Porque a un palmo de ganar los dos, León ganó, y Lobo perdió. Entonces León rio y se burló de Lobo, de nuevo.
- ¡Qué malo!
- Sí, ¿pero sabes qué?
- ¿Qué?
- Que esta vez no tenía a nadie alrededor. Todos estaban con Lobo, el perdedor. Entonces León dejó de reírse de Lobo, y Lobo abrazó y felicitó a León. Entonces Lobo, se fue con todos, y León se quedó solo. Y Lobo cantó y aulló con sus amigos, y León lloró y rugió sin ellos. León siguió siendo el mejor, y Lobo siguió siendo el perdedor. Pero al final León lloró, mientras que Lobo cantó, hasta que al final, otro día, Lobo ganó a León.
- ¡Jo! Me da pena…
- Claro, por eso el ganador abrazó al perdedor, que era León, en vez de humillarle, como siempre había hecho cuando Lobo era el perdedor. León siempre había sido el mejor, pero no quiso ser serlo aún más. Lobo nunca lo había sido, pero por esforzarse, consiguió ganar. Y Lobo que era un Lobo, aulló a León. Y León que era un León rugió, y al final perdió. Y el talento de León, no ganó al esfuerzo de Lobo. Pues por mucho que sea más fuerte un León que un Lobo, el León, sin nadie, estará solo. Y el Lobo sí puede vivir solo, así que, aunque pierda, será el ganador. Por saber ser un buen perdedor, y saber ser un buen ganador.